Reynaldo Robledo cumplió 50 años como agricultor en el condado de Sonoma

Reynaldo Robledo cumplió en febrero 50 años de haber inmigrado a California desde Michoacán, de donde salió con su padre cuando tenía apenas 16 años. Desde entonces, lo único que ha hecho es trabajar en los campos de uva en los condados de Sonoma y de Napa. Ahora es dueño de la empresa Robledo Family Winery en Sonoma. Esta es su historia.

—¿Dónde comienza su historia?, ¿cuáles son sus orígenes?

Vengo del estado de Michoacán, a un ladito de Zamora. Mi pueblo natal es Atacheo. Ahí nací en 1951. Llegué aquí a los Estados Unidos a los 16 años.

—¿Cómo se animó a venir tan joven para acá?

La familia de nosotros éramos 13, era muy grande. Yo veía que era muy difícil para mi papá, en aquel tiempo, sostener a toda la familia. Y le dije que me llevara para ayudarlo a sostener a la familia, porque en ese tiempo se sufría mucho.

—¿Él ya había venido para acá?

Él había venido de bracero en 1950. Y duró hasta el 64 cuando se terminaron los braceros, y fue cuando se arregló.

—¿Le pide a él permiso para venir o vino con él?

Yo le pedí que me ayudara a venir con él, y nos venimos juntos. Pasé la frontera en el ‘68, el 25 de febrero.

—Tenía entonces 16 años, ¿cómo empezó a hacer sus primeros dólares?

Llegué al condado de Napa, a Calistoga. Ganaba $1.10 la hora. Pero ganaba 11 dólares al día. Trabajaba horas extras después de mi trabajo. Y ahí me pagaban $1.50 la hora. No era mucho, trabajaba tres o cuatro horas extras todos los días, y lo demás se lo daba a mi papá para sostener a la familia.

—¿Ese fue un acuerdo entre usted y su papá?

No, eso yo lo hice por mi propia cuenta.

—Descríbanos cómo fueron esos primeros años, ¿estuvo yendo y viniendo, o cómo fue?

Yo me sentía responsable de mi trabajo. Iba a México y venía. Pero lo máximo que duraba allá era un mes. No duraba más porque sentía que tenía responsabilidades aquí. Por eso no podía durar más allá.

—¿A qué se dedicaba en aquellos años?

Aquí en Estados Unidos, desde que llegué empecé a tener personas a mi cargo. Empecé con cinco y luego diez, y así fueron creciendo mis responsabilidades, hasta que llegué a encargarme de todos los injertadores, que eran mi familia. Éramos 18, más otros 18 que nos ayudaban a los injertos.

—¿A qué tipo de injertos se refiere?, ¿la uva?

En los setenta se vino mucho trabajo de la uva aquí en el condado de Sonoma y en el condado de Napa.

—Parecía muy joven para tener tantas responsabilidades…

Siento que donde tenía más responsabilidades era desde los 17 años en adelante. A los 19 años era manejador de una compañía que se llama Sonoma-Cutrer, y por eso me casé muy joven, porque sentía que si yo estaba solo no iba a cumplir con mis compromisos.

—Iba a agarrar la parranda…

¡A lo mejor!

—¿A qué edad se casó?

Me casé a los 19 años.

—¿Y cómo funcionó eso para usted?

Tuve con mi primera señora nueve hijos, y con mi segunda señora tengo cinco hijos.

—¿La conoció acá o allá?

A las dos las conocí en México.

—Entonces tiene 14 hijos, ¡le ganó a su padre!

Le gané por uno.

—¿Cuándo sucedió la transición entre ser empleador y comenzar con su compañía?

La idea era que yo trabajara duro para que mis hijos no trabajaran para nadie. Esa fue mi meta. En un matrimonio, donde hay dos personas, hay futuro. Cuando mis hijos estaban chicos, pues mi esposa se encargaba de todo, de la casa y de todo. Y eso te da ánimo para seguir haciendo tus proyectos. Creo que la fuerza de voluntad que hubo desde un principio fue lo que me sacó adelante.

—Habla de la familia, ¿qué tan importante ha sido en su vida?

En aquellos entonces yo escuchaba que un hijo a los 18 años se tenía que ir de la casa. Mi caso era diferente. Mi hijo va a ser mi hijo hasta que yo me muera. Y mi hijo va estar en las decisiones de la familia. Si ellos se quieren alejar de mí, lo pueden hacer. Pero si ellos quieren trabajar conmigo, tienen que crecer. Y tenemos que crecer juntos. Lo más importante es que uno enseñe a sus hijos qué es lo que tienen qué hacer, y yo estoy muy contento porque mis hijos son muy trabajadores. Unos en una cosa y otros en otra, y ahí nos vamos. Me llenan de orgullo.

—¿Cómo empezó Robledo Family Winery?

El primer rancho que obtuve fue en el ‘84, que fueron mis primeros 13 acres. Hasta el ’92 empecé a hacer mis vinos. Empecé con 100 cajas de vino. Y yo quería que muchos mexicanos probaran mis vinos, porque en los primeros años ni los vendía, los regalaba. Y yo me los tomaba también, ¡había veces que me hacían daño!

—Pero aprendió.

Aprendí. Aprendí muchas cosas que Dios me enseñó y la comunidad también. He tenido mucho apoyo de la comunidad.

—¿Cuándo empezó a tomar forma de negocio?

Ya en el ‘95 empecé a vender un poquito mis vinos. Tenía ya como mil cajas. En el ‘97 comencé a tener un poquito más. Y así me fui, pero no sacaba ni para la gente, pues. Tenía que producir más. Lo aumenté a cinco mil. Con eso parecía que alcanzaba a pagar a la gente, pero no había ganancias. Y ya por ahí en el 2003, en el tiempo que abrí aquí en Sonoma el ‘Tasting Room’ aumenté un poco más. En el 2005 ya hacía como 20 mil cajas. Y ahora hago 30 mil.

—¿Cuánto ha crecido su negocio desde entonces?

En los noventa me fue muy bien porque mi hijo el más grande se encargaba de la compañía y fue cuando empecé a comprar más terrenos. Mi hijo se encargaba de una compañía que se llamaba Robledo VIneyard Management, donde hacíamos trabajos para otras personas. Entonces fui comprando más terrenos en los noventa, cada año. Ahora tenemos como 450 acres, en los condados de Sonoma, Napa y Lake.

—¿Cuántas variedades de productos tiene ahora?

Ahora tengo 30 etiquetas. Tuve la oportunidad de dedicarle una botella a cada uno de mis hijos mayores. Los chicos todavía no he podido. Tengo un sauvignon blanc, pinot grigio, pinot blanc, pinot noir, moscato. Después tengo un chardonnay. Tengo también merlot, cabernet, tempranillo, zinfandel. En los portos tengo cuatro variedades: tinta cao, tinta madera, touriga nacional y cruzado. Muchos diferentes vinos. Tengo también un champagne, que ha sido muy vendido.

—¿En qué momento le gusta disfrutar del vino y cuál es su preferido?

Mi preferido es el que esté abierto. Y lo tomo después de las cuatro de la tarde.

—¿Antes no?

Antes no puedo.

—¿Por qué?

Porque hago negocio.

—Dicen algunos estudios que tomar una copa o dos de vino es saludable, ¿qué nos puede decir?

Creo que todo es saludable con medida. Yo tomo el vino blanco y el vino tinto a diario. La razón es que tienes que educar a tu paladar para detectar cualquier cambio en el vino. Muchas veces destruimos nuestro paladar porque tomamos vinos más fuertes, lo estamos destruyendo, no lo estamos educando. Antes de embotellar las uvas, tengo que catar el vino. ¡Cuántas de las veces una barrica nos sale mal y lo revolvemos!, ahí estamos destruyendo todo el vino.

—Antes se oía decir que el vino era de una calidad tan alta que no podía combinarse con la comida mexicana, ahora ha cambiado la perspectiva, ¿cómo ve esto?

Siempre va haber un pretexto y antes era que los vinos no iban con la comida mexicana, ahora todo mundo piensa diferente. La comida mexicana es una de las más ricas en el mundo y es reconocida. Y los vinos que hacemos aquí van perfecto con la comida mexicana que nosotros servimos aquí también.

—Usted es un ejemplo para la comunidad inmigrante, ¿cuál ha sido su pasión?

A mí no se me olvida que cuando llegué aquí, fue muy duro, porque había mucha discriminación. Y nosotros veníamos de una parte de donde era muy difícil la vida. Lo que a mí me levanta es seguir la tradición de los braceros, contrato a mexicanos cada año. Es lo que me motiva. Me motiva ayudar a gente que quiere trabajar.

—Cumple 50 años como agricultor en los Estados Unidos, ¿cómo se siente eso?

Me siento muy contento. Yo no estoy preparado para morir ni nada de eso. Quiero durar muchos años, compartiendo mis vinos con todas las personas que quieran probarlo.

—Por cierto, ¿cuántos miembros tiene en su familia ahora?

Hijos tengo 14, y quiero 100 nietos, apenas llevo 30. Me hacen falta 70. Tienen mucho trabajo mis hijos...

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